quinta-feira, 31 de maio de 2012

Cuba: Desmantelar el Régimen sin Desmantelar el Estado


LUNES, 30 DE ABRIL DE 2012 07:48 JUAN PEDRO ESTEVE GARCIA - DIARIO PREOGRESISTA - ESPAÑA


53 AÑOS DE RETRO-VOLUCION CUBANA
El Partido Comunista de Cuba atraviesa los momentos más críticos desde el derrumbamiento del bloque soviético entre 1989 y 1991. La vulnerabilidad de la salud de Fidel Castro ha sido evidente desde hace mucho, y la capacidad de su hermano Raúl para comandar el escenario post-Fidel sin causar nuevos problemas se considera dudosa. Ante esto ¿qué se debería hacer y qué no en el que parece ya cercano proceso de transición política?.

En primer lugar, Cuba no puede acabar siendo otra Rusia u otra Rumanía. Los procesos de descomposición de los viejos regímenes comunistas de Europa entre 1989 y 1991, aun trayendo a los ciudadanos de estos países innegables avances en la posibilidad de participar en las instituciones de gobierno, se hicieron de una manera tan chapucera que el poder real de esas instituciones quedó muy reducido. El vacío de poder que habían dejado los viejos estados totalitarios al desplomarse no fue rellenado, como se ansiaba, por la democracia, sino por los clanes mafiosos, los oligarcas y los oportunistas de toda calaña. La década de 1990 fue, para el territorio de la antigua URSS, una década perdida en vez de ser la del despertar de los pueblos que habían soñado los intelectuales críticos y los opositores a los imitadores de Stalin. La nefasta presidencia de Boris Yeltsin renunció a heredar ese legado democrático que se le ofrecía, y en su lugar fue la era del desmantelamiento del aparato industrial y económico ruso para malvenderlo a verdaderos gángsteres que dejaron esquilmada la nación. Los nuevos ricos de Rusia dejaron enseguida a sus colegas de Sicilia convertidos en meros aficionados y no dudaron en venirse a la otra Europa, a la occidental, para deslumbrarnos haciendo ostentación de sus mansiones, sus yates y sus equipos de fútbol. La solución a estos desmadres, con el paso al tercer milenio, no fue otra que la del retorno a los gobiernos de “mano dura”: al tándem Putin-Medvédev que para lo que quiere adopta la estética de los zares y se rodea de sacerdotes ortodoxos, y para lo que quiere hace ondear las banderas rojas de la URSS. Las chaquetas se cambian impunemente según conviene.


En los países antaño sometidos al yugo moscovita la situación es similar. En Rumanía la corrupción está tan generalizada que se ha extendido de manera visible a los países que tienen colonias rumanas entre sus residentes: desde los grandes mafiosos de la droga a las pequeñas bandas que controlan la mendicidad callejera en los barrios.


¿Merece Cuba acabar así?. No.


En segundo lugar, Cuba no puede acabar siendo otro México. Desde los años 60, los Estados Unidos han mantenido un gran temor a que de Cuba llegaran agresiones de tipo militar, ya fuera con los misiles de Kruschev, ya fuera con los MiG-29 de Fidel, hoy casi todos averiados pero que en tiempos fueron una de las fuerzas aéreas más poderosas de las Américas. Sin embargo, el mayor peligro que puede temer Washington de Cuba ya no vendrá de generales de uniforme, sino de que se le pueda instalar en sus fronteras otro narcoestado como México que desestabilice su seguridad ciudadana... México: gran país de oportunidades perdidas. En el siglo XX se atisbaba que podría representar el rol de “potencia emergente” que hoy ocupa, por ejemplo, el Brasil. Sin embargo, el endémico problema de la corrupción le ha llevado a tener a varios de sus estados, sobre todo los del Norte, convertidos en una especie de Afganistán donde la vida de las personas no vale ni un centavo.


Un hundimiento del estado cubano al morir Fidel tendría ese nuevo riesgo: el de la conversión de la autoridad pública en un mero símbolo sin poder, y la deriva hacia una era de corrupción despiadada, ya sea con cárteles de la droga al estilo Colombia o México, ya sea con oligarcas a la rusa, ya sea con el retorno de las antiguas mafias de la propia Cuba, expulsadas por Fidel en 1959, que eran aliadas de los gángsteres de los EE.UU. como Meyer Lansky. ¿Merece Cuba acabar de estas maneras?. Claramente no. Tras haber sido una colonia de España, luego de Norteamérica, luego de la URSS y finalmente de la familia Castro, ha llegado la hora de que Cuba tenga de una vez unas estructuras políticas propias, no sometidas a otros estados, pero tampoco a neofeudalismos privados de ningún tipo.


Hay dos buitres que llevan tiempo planeando sobre la isla para hacerse con los despojos que deje el castrismo. Uno, claramente es el Vaticano, que quiere abrir una cabeza de puente en lo espiritual antes de que lo hagan las iglesias protestantes, muy activas últimamente en América Latina. Otro es la República Popular China, que aspira a implantar otro de sus protectorados imperiales, como lleva haciendo desde hace años con el saqueo silencioso de África.


La era de la Revolución Castrista, que ha durado medio siglo, ya es pasado. Deberá ser juzgada por la Historia con sus aciertos y con sus errores. La Cuba de Fidel no ha sido un país democrático. Tampoco se le dejó esa opción: tuvo que aliarse con la URSS para no ser devorada por el otro imperio. Ahora toca mirar hacia el F-U-T-U-R-O, así, con mayúsculas, y desde luego, una posible Cuba del año 2015 donde reine una banda de gángsteres, donde la televisión se halle plagada de telepredicadores y donde los jóvenes del país no tengan otra oportunidad que emigrar o ser explotados en call-centers como mano de obra barata al servicio de empresas chinas, es cualquier cosa menos futuro.




¿Por dónde pasa el futuro?. Por que sobreviva algo de Estado en Cuba. Desmantelar el Régimen, sí, pues es una herencia de la Guerra Fría que ha quedado obsoletísima. Pero no caer en la tentación de desmantelar el Estado.

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